Por un modelo de promoción de la Salud

Nuestro sistema de salud pública actual nació hace ya más de 70 años a raíz de la publicación de la Ley de Bases de Sanidad nacional de 1944 cuyo objetivo era paliar los desastres de una sociedad rota, marcada por continuos conflictos y una guerra civil, una gran carestía de medios y recursos y fuertes  desigualdades sociales y económicas. Años más tarde, en 1951 se crea el Instituto Nacional de Previsión, dando paso al nacimiento de lo que hoy en día constituye nuestro Sistema Nacional de Sanidad y Seguridad Social, y en 1952 España ingresa en la OMS, seguramente por razones estratégicas, pero también con la idea de fomentar las relaciones médico-científicas y de investigación y trabajar por un reconocimiento internacional que, sin duda, ha llegado hasta nuestros días. Pero, las razones que promovieron la creación de un modelo referente para el estado de bienestar y que significó un punto de inflexión en la generación de crecimiento, desarrollo y calidad de vida de los ciudadanos, ahora ha quedado obsoleto y es necesario y urgente su revisión para mantener la sostenibilidad del sistema y avanzar hacia un Estado que responda a la realidad y las nuevas demandas de nuestra sociedad.

Desde el final de la guerra civil, España ha crecido por encima del 2,5% hasta el comienzo de la última gran crisis económica del 2009 pero en Sanidad la pirámide de inversión en gasto se ha ido cayendo de forma constante. Entre el 2013 y el 2020 alcanzamos un incremento del . Aunque nos encontramos por debajo de la media europea con un 9,1% de gasto público (6,5% público y 2,6% privado) respecto al PIB -frente al gasto sanitario que registra EEUU del 17,7 %-, los indicadores de esperanza de vida siguen situando a nuestro país entre los más altos del mundo. Estos datos dejan en evidencia que la robustez y calidad del sistema, así como la percepción de la salud no van ligados a la inversión presupuestaria en salud, sino que se debe a otras causas e indicadores que muchas veces pasamos por alto o que no le damos la importancia que se merecen. De hecho y para la tranquilidad del lector, diversos estudios reflejan que a partir de un 10% de gasto público en salud, la incidencia en la percepción de mejora para el ciudadano es nula.

Así, la inversión sanitaria – quitando la remuneración del personal que supone la partida con mayor peso con un 41,5%- se ha centrado a lo largo de estos años en promover los servicios hospitalarios y sus especialidades (54%), la prestación farmacéutica (21%) y el servicio de atención primaria (15%) bajo las directrices de un modelo de atención asistencial que prioriza  atender al paciente enfermo y relega a un segundo plano la prevención y la promoción de la salud con el objetivo de educar y generar una sociedad más responsable.

El gasto sanitario seguirá aumentando. Es un hecho. Por un lado, nos enfrentamos a factores sociales que lo promueven como el envejecimiento de la población, los malos hábitos de salud, la cronificación de las enfermedades y, por otro, a factores que inciden sobre la oferta sanitaria como son los incrementos en el coste de la tecnología sanitaria, la creciente complejidad del sistema sanitario y la alta fragmentación asistencial. Todo ello provoca que el gasto sanitario mantenga una trayectoria expansiva y al alza sin tener claro el modelo de financiación y de sostenibilidad. El modelo de colaboración público-privada enriquece nuestro sistema, evita el colapso frente a situaciones de emergencia, reduce las listas de espera y genera mejoras de eficiencia y calidad que permite controlar el gasto y déficit públicos generando un ahorro fiscal neto. Pero, no es suficiente.

La salutogénesis es la ciencia que se desarrolló a principios de los años 70 por el médico y sociólogo israelí y estadounidense Aaron Antonovsky y que se centra en el estudio de los factores que fomentan la salud humana en contra de los que causan la enfermedad de una forma holística y basada en la percepción de la salud. La modernidad nos ha conducido a la incapacidad de gestionar nuestra propia salud tanto física como psíquica provocando el desgraciado aumento de enfermedades como la depresión, el estrés, la ansiedad, acrecentando los datos de suicidio o el aumento de la obesidad infantil que alcanza ya a más de uno de cada 10 menos en España.

Por ello, debemos trabajar por un modelo social que promueva la salud desde temprana edad y formar a Personas responsables y concienciadas con el autocuidado nutricional y espiritual así como promover entornos más saludables. Arrastramos barreras culturales y tabús sociales que nos impiden crecer con libertad, pero solo así conseguiremos elevarnos como sociedad y darle valor a lo que realmente importa: nuestra Salud.